La experimentalidad artística se alimenta de procesos cuyo devenir genera combinaciones que no han sido previstas, sino simplemente posibilitadas, existiendo una permanente escucha y feedback hacia y desde esas voces inesperadas. El contacto entre el cuerpo y la materialidad del objeto artístico se establece de manera más o menos mediada tecnológicamente, pero siempre también de una manera más o menos directa. Sin embargo, en la mediación tecnológica digital, el cuerpo y el contacto con esa materia desaparecen en los procesos de la máquina y en la abstracción de su lenguaje, presentando un escenario diferente. En las antípodas de lo que apuntábamos, la maquinaria digital parece abocada a la obtención de resultados y a la eliminación de toda clase de incertidumbre. La propia definición de algoritmo como conjunto de instrucciones ordenadas y finitas para solucionar un problema señala inequívocamente en esa dirección: dados un estado inicial y una entrada, seguir los pasos sucesivos y llegar a un estado final llamado solución.