Florian Zeller, uno de los dramaturgos franceses vivos más representados en el mundo, llega al cenit de su carrera con estas tres piezas que a su juicio constituyen una ?trilogía involuntaria?: El hijo, La madre y El padre. En El hijo, el autor abre una crítica feroz en torno a la paternidad/maternidad contemporánea centrada en una pregunta: ¿qué nos ha pasado para llegar a anteponer al cuidado de un hijo adolescente nuestro estado de ánimo personal? Un asunto de dolorosa actualidad: los adolescentes solos ante sus convulsas crisis de iniciación, vulnerables y víctimas en definitiva de las frágiles emociones de sus progenitores. El instante en que un hijo te dice: ?Tengo la sensación de que me voy a volver loco?. Según ha expresado en entrevista, Zeller quiere insistir en lo esencial que es afrontar y hablar abiertamente de la depresión y la tendencia suicida en la adolescencia.En La madre aborda Zeller lo que siente una mujer cuando deja de ser el sustento emocional y funcional de su familia. El personaje, emocionalmente dependiente de su hijo, nos coloca frente al sentimiento de soledad no deseada, el vacío y finalmente, la demencia, y nos obliga a plantearnos una cuestión nada banal: ¿el amor de una madre ha de tener un límite? ¿Cuándo el amor se convierte en apego?El padre nos sumerge en la mente de un hombre de avanzada edad que inicia y se niega a asumir su deterioro cognitivo, su pérdida ya evidente de la memoria y de las coordenadas de espacio y tiempo, y la complejidad creciente de su dependencia del entorno, que no admite a la vez que acusa el vértigo de su desorientación (¿Estoy en mi casa? No, esta no es mi casa. ¿Has visto mi reloj?)
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