El rastro de unas huellas en la nieve define las búsquedas estéticas del escritor, el itinerario trazado por el viajero: extrañas marcas que materializan pérdidas y ausencias sobre el blanco desierto de la página. Perseguir sus motivos es meditar el orgullo solitario del lobo, el vacío de los pactos incumplidos, la espera de trenes que no llegan. En este afilado límite, donde las palabras rozan con la atracción del silencio y cualquier equipaje arrastra la sombra de un destino imposible, surge la escritura de Rubén Ortega Jiménez como una forma de vida inscrita en la contradicción.