Casi siempre en la última vuelta del camino o casi en su principio, los personajes de estos relatos presididos por un trasfondo, si no de pesimismo, sí de una suerte de aceptación amarga de lo que está por venir, desfilan en unos espacios que no suelen aparecer en las postales, pero que todos sabremos reconocer. En estas páginas en las que el mundo nunca lo pone fácil, asuntos universales como el dolor, el amor, la ley, el paso del tiempo, la mezquindad o la depravación, conviven sin dificultades con lo cotidiano, con lo maravilloso de todos los días. En posesión de un imaginario audiovisual y literario, pero a la vez especialmente personal, Ángel Muñoz ha sabido capturar en estas historias pedazos de muchas vidas que nos harán sentir, de alguna manera, en casa.