Margot Calvert odia a Hunter Crane desde que apareció en su vida. Es un hecho irrefutable, una verdad universal. Aun teniendo un temple legendario, su insoportable (e increíblemente atractivo) excompañero de trabajo logrará que pierda los estribos un día sí y otro también. Por mucho que Margot quiera mantenerse alejada de Hunter, él parecerá perseguirla allá donde vaya como si ese fuera un castigo divino. Más tarde que pronto se sorprenderá a sí misma sonriendo gracias a él, lo que la llevará a pensar realmente que del odio al amor hay solo un paso. Y, aunque se jure y perjure que nunca ocurrirá algo entre ambos, aprenderá por las malas que no se pueden hacer ese tipo de promesas cuando se habla de alguien como Hunter el odioso y el pendenciero Crane.