En Nepal, el 80% de los matrimonios son concertados, el de Indira y Rajiv quebraba la regla. Tras el desafío a la tradición, a las normas, a la cultura milenaria, tras la superación de turbios egoísmos familiares con espurios intereses económicos centrados en el Hotel Tíbet, la decisión estaba tomada. Conseguido el beneplácito de las dos familias, creían los amantes tener el de las divinidades, tanto de Brahma como de Buda. No era tan sencillo. Tres minutos faltaban para la hora del mediodía, para los rituales de la boda cuando, en Nepal los demonios se desataron, la madre tierra protestó. El 25 de abril de 2015 Katmandú y con ella el templo quedaban parcialmente derruidos. Paso a paso, Indira va desmembrando su tortuoso recorrido de emancipación. Lo hace ensalzando la belleza de su ciudad, también el viaje de fin de estudios a Lhasa, capital del majestuoso Tíbet. Allí, comprometiendo su futuro, Indira será testigo de la inmolación de un joven budista en protesta por la invasión China.