El infante don Fernando, regente de Castilla durante la menor edad de Juan II (1407-1416) y rey de Aragón desde 1412, tuvo dos estancias en la ciudad de Sevilla en 1407 y en 1410-1411, ambas de gran importancia, con motivo de sus campañas militares contra el reino de Granada. La duración de aquellas visitas y las circunstancias en que se produjeron tuvieron notable influencia sobre el regimiento municipal de Sevilla, incrementaron los gastos y aumentaron la presión fiscal sobre sus vecinos. La ciudad se convirtió en una segunda corte, en la que se tomaron importantes decisiones de política general, y los éxitos bélicos del infante alejaron la frontera con los nazaríes. Sevilla adecuó su fisonomía urbana para convertirse en escenario del poder y adaptarse a los nuevos tiempos, y algunos de sus habitantes entraron en contacto con importantes novedades técnicas. La ciudad era ya un gran centro mercantil, generador de abundantes recursos fiscales aunque la Hacienda regia estuviera gravada por las mercedes y cesiones a miembros de los grupos sociales privilegiados. Los sevillanos sufrieron una fuerte carestía de