Un día, al levantarse, se da cuenta de que la configuración de su realidad se encuentra distorsionada, le falta nitidez al día? y a su memoria, tiene dificultades para llamar por su nombre al mundo que la rodea. Echa la culpa a la mala noche, a lo que cenó, a los nervios. Mil disculpas tratando de argumentar sobre la extraña sensación que, poco a poco, la va introduciendo en un mundo carente de relieves, donde los colores y las ideas comienzan a desaparecer de su perspectiva. Cuando la confusa situación se repite a la mañana siguiente y la siguiente? y muchas mañanas siguientes, es cuando le saltan las alarmas y empieza a darse cuenta de que, posiblemente, está siendo cautiva de una enfermedad que no hace ruido, que no duele, pero que a su cerebro le genera una gran confusión. Cuando comienza a sentirse prisionera de la enfermedad del olvido, antes de que el alzhéimer entre en su etapa más aguda y la deje sin historia, quiere rememorar todas las etapas de su vida.
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