La poesía busca alargar las palabras hasta destronar la filosofía de la convencionalidad de los términos, en busca de otra: «Quién eres cuando las sílabas de Sorolla / caen al pintar las letras de tu nombre». Tu voz fue porque no habló Sorolla, sino que la nomenclatura se convierte en símbolo estético de una metáfora universal. En Sorolla fue tu voz, la autora atraviesa escenarios de época y geografía urbana para preguntar entre mitos, realidades y quimeras: «Qué es la ficción: / la confesión del débil / o el disfraz del gigante». Si Sorolla se hace voz, el asunto lírico toma forma, las réplicas se doblan en artificio plástico e incitan al verso a descubrir nuevos indicios de ser, estar y residir. «Pregúntale al poema qué esconde la poeta».
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