Como quiera que cualquier excusa es buena para transitar por el mundo de la poesía, en este poemario sutilmente insolente el au tor se vale de algunos próceres, que son los nautas, que dieron que hablar porque dejaron la tranquilidad de sus hogares para cruzar los océanos, para poner en su boca lo que dijeron o no dijeron, sem brando el aire de las necesarias dudas con que tejer el firmamento sólido de la ciencia gaya. Así de fácil. Luego, como los gustos van por barrios y lo dicho entra como cualquier dios lo dé a entender, todo lo leído se abre a mil interpretaciones. Y son muchas. Además, nada vale tanto si todo se entiende a la primera.
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