En Memorias de la bestia suena una voz vigorosa, visionaria, que se eleva por encima de la materia hacia un plano elemental. En esta esfera conviven las esencias de la naturaleza y el ser con un dolor íntimo y familiar, y aunque dicho sentimiento termina de encarnarse en un yo nebuloso, inaprensible, no por ello pierde un ápice de fuerza, bien al contrario: gana en universalidad.Combinando alusiones cabalísticas con imágenes cargadas de simbolismo religioso o, como poco, espiritual, tentando el hermetismo de la palabra -desde una expresión, sin embargo, desnuda, quintaesenciada, solo en apariencia sencilla-, los versos de la cubana Adianys González Herrera fluyen en libertad, en una propuesta originalísima, arriesgada y, por encima de todo, auténtica.
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