Tras el poema hagiográfico de la Patrona de Madrid restituida (1609), Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo cambiaría de rumbo para debutar en la narrativa con una original mezcla de novela picaresca y cortesana: La hija de Celestina (Zaragoza, Viuda de Lucas Sánchez, 1612, Lérida, Luis Manescal, 1612). La misma que solo un bienio después volvió a dar a las prensas bajo el título de La ingeniosa Elena (Madrid, Juan de Herrera, 1614). Se trataba de una versión corregida y aumentada -no de una verdadera reescritura- que acoge dentro del marco de la historia nuevos materiales de vario pelaje: los tercetos La madre y El marido, la novelita El pretendiente discreto y cinco romances sobre la vida del jaque Malasmanos.A pesar de su distancia respecto a la picaresca canónica del Renacimiento y los albores del Barroco -el Lazarillo y las dos partes del Guzmán de Alfarache-, ambos volúmenes no carecen de los ingredientes fundamentales de aquel género, vinculándose a las claras con la llamada «picaresca femenina», recién inaugurada gracias a La pícara Justina (1605) de Francisco López de Úbeda. La hija de Celestina cuenta la peripecia criminal de Elena de Paz, inexorablemente determinada por los orígenes de sus padres: Pierres, gallego y borracho empedernido, y Zara, lavandera morisca, alcahueta y hechicera: una «segunda Celestina» en toda regla. Acompañada por un par de compinches, la vieja Méndez y el rufián Montúfar, Elena explotará su colosal belleza y afilado ingenio para maquinar un rosario de burlas que la llevarán de Toledo a Burgos, luego a Sevilla y finalmente a la villa de Felipe III, donde recibirá su justo castigo.
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