Ambientada en Cataluña (L'Hospitalet de Llobregat y Barcelona), El hombre que corría en el parque se presenta como una sucesión de cajas sorpresa bajo la forma de novela: el lector debe acompañar la narración mientras trata, hasta su desenlace final, inesperado, de encontrar qué hay de cierto en esa sucesión de mensajes breves que dos teléfonos se intercambian, qué hay de cierto en el diario de un personaje sumido en el desconcierto que sus prejuicios en las relaciones personales y amorosas le vuelvan casi irresolubles y, por último, qué hay de cierto en aquel pen drive que se ha encontrado y que acaba, por ese azar de la literatura, en manos de quien tiene la obligación de investigar.