Mientras otros castillos vibran con el eco de la batalla, Peñíscola resuena con la furia de la injusticia. Es la vibración de una condena lenta: la del templario acusado de herejía, la del Papa exiliado por su fidelidad. En sus muros aún dialogan dos voces:?Fui traicionado por la Iglesia que juré proteger.? ?Fui abandonado por el mundo que debía escucharme.?Ambas son verdaderas. Ambas contradictorias. Y en su convergencia, el castillo se convierte en espejo. Un lugar donde la historia, escrita con sangre y lágrimas, nunca muere. Solo cambia de frecuencia.El eco de Doble Voz no es solo un fenómeno. Es una frontera entre lo visible y lo invisible, entre la materia y la memoria. Peñíscola, erguida frente al Mediterráneo, encarna la persistencia de lo humano frente al tiempo. La piedra no olvida. Y quienes escuchan su vibración participan, aunque sea por un instante, de la verdad mineral de la historia: esa donde el pasado no se apaga, sino que sigue resonando, esperando ser comprendido.
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