Con la presteza que da la adolescencia, Claudia se queja y se rebela. La preocupación social se mueve entre sus versos, un compromiso con voluntad de ser inquebrantable y una actitud desafiante y consciente. Imprescindible el amor en un poemario que se inicia arrancándose el corazón y termina con un ?te quiero sin peros?. Precisos los homenajes y convincentes los alegatos. No se olvida de sus sombras, ??adicta a dejarse las manos/ en clavos ardiendo/ en ganarse callos/ y mala fama? ni de sus condiciones, ?trágame entera/ no me rompas?. Tiene la capacidad de jugar con la metáfora de certera imagen y ritmo de solista, ?soy (?) una carta de amor (?) que ya no te quiere/ y sé que me estás empezando a quemar por la esquina?.
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